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Academia Dominicana de la Historia: mensaje con motivo del 176 aniversario de la independencia nacional

El 27 de febrero de 1844 es el acontecimiento central del proceso de independencia nacional y la construcción del Estado-nación. Previamente, en diciembre de 1821 José Núñez de Cáceres había dado el primer paso en la búsqueda de lograr la autonomía de cualquier potencia extranjera, aunque la ocupación haitiana, que se prolongó por 22 años (1822-1844), truncó esas legítimas aspiraciones de conformar una nación libre y soberana.

Durante ese interregno los gobernantes de ocupación aplicaron en la parte Este de la isla el Código Rural, que alteraba el modo de producción predominante, e impusieron el pago de parte de la deuda que Haití había acordado con Francia a cambio del reconocimiento de su independencia, compromiso este que los dominicanos lógicamente no consideraba suyo y, entre otras medidas, condujeron al cierre de la Universidad de Santo Domingo. Estas disposiciones y las lamentables condiciones en las que se encontraba Santo Domingo propiciaron que en el decenio de 1830-1840 surgieran distintos movimientos separatistas tanto de carácter liberal como conservador.

La misión de combinar esfuerzos y liderar la gesta de independencia dominicana fue asumida por Juan Pablo Duarte, joven talentoso que se había impregnado con las ideas de libertad en Europa y que, a su regreso, en 1831, se dedicó a transmitir a sus conciudadanos los ideales y sentimientos libertarios a través de las actividades de la sociedad secreta la Trinitaria, fundada en 1838, y otras agrupaciones como la Dramática y la Filantrópica, que finalmente los llevó a la acción contra la dictadura de Boyer en alianza con los Reformistas haitianos mientras continuó el desarrollo de una mayor conciencia social y cultural en torno a la existencia de una identidad nacional propia, que condujo a la fundación de la República Dominicana y a la liberación de los atropellos y vejámenes que padecía el pueblo dominicano, tal como fue expuesto en la “Manifestación del 16 de enero de 1844”, considerada por Emilio Rodríguez Demorizi como nuestra Acta de Independencia. Muchas han sido las dificultades que en el devenir del tiempo ha tenido que enfrentar nuestro país para mantener esa independencia que nos legaron los Padres de la Patria. Las apetencias imperiales de potencias extranjeras combinadas con la incredulidad de algunos líderes nacionales de que la República Dominicana podría ser una nación libre, soberana e independiente, amenazaron seriamente con extinguir para siempre el legado de nuestros patricios. A pesar de todos esos complicados trances, que están bien registrados en nuestra historia, todos fueron superados y 176 años después de aquel 27 de febrero de 1844, los dominicanos hoy podemos proclamar con orgullo que tenemos una patria.

No obstante, los retos no han terminado. No debemos conformarnos solo con tener un Estado soberano sino que todavía está pendiente la tarea de que el país cuente con sólidas instituciones democráticas donde el imperio de las leyes se respete y rija por igual a todos los ciudadanos, y la transparencia y rendición de cuenta, como lo hiciera el patricio Juan Pablo Duarte en 1844 después de la Batalla de Azua, sean prácticas cotidianas en nuestra vida como sociedad para fomentar una sana y pacífica convivencia y para evitar la decadencia y el caos. Hoy más que nunca el ideal duartiano debe ser preservado y practicado. Se lo debemos, además, a todas las personas que sacrificaron sus vidas por nuestro país y nos lo reclaman las generaciones futuras, a las que debemos legarles un mejor país.

Desde la Academia Dominicana de la Historia hacemos votos porque a través del conocimiento de nuestra historia nacional aprendamos de los aciertos y errores del pasado, trabajemos para hacer los correctivos necesarios para encauzar el país por mejores derroteros y que cada día podamos afirmar realmente que tenemos un país próspero, que mira su pasado con orgullo, vive su presente con alegría y ve el futuro con esperanza. Esa será la mejor forma de rendir tributo, admiración y agradecimiento a los ilustres Padres de la Patria y, con ellos, a todos los patriotas que contribuyeron a la fundación de la República Dominicana, así como también a quienes posteriormente lucharon para preservar la soberanía política y la identidad nacional del pueblo dominicano que hoy disfrutamos.

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