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Ana Julia Quezada narra la muerte del niño Gabriel Cruz: «Solo quería que se callara»

Inició este martes el segundo día del juicio de fondo contra la dominicana Ana Julia Quezada en España en el que es acusada de matar al niño de 8 años Gabriel Cruz y desaparecer el cadáver lo que llevó a una búsqueda de 12 días que mantuvo en vilo a la sociedad española y en espanto y vergüenza a la colonia dominicana en España.

Al ser cuestionada si mató a la criatura Ana Julia dijo simplemente: “Si”, señala el diario español El País.

La fiscal Elena Fernández Lora, quien, de forma directa, le preguntó si se declara culpable o inocente, ha indicado que “inocente” y ha advertido de que solo responderá a la Fiscalía y a su defensa. La hija de Quezada, que también declara este martes por videoconferencia desde Burgos, ha pedido no ver a su madre, que la cámara no la enfoque.

Ana Julia dio su versión “Vi a Gabriel con un hacha. Le dije: “Déjala que te puedes hacer daño’. Empezó a gritar: ‘a mí no me mandas que no eres mi madre. Eres negra, fea, tienes la nariz fea, no quiero que estés con mi padre. Quiero que mi padre se case con mi madre. Quiero que te vayas a tu país”. Chillando todo eso. Yo simplemente le tapé la boca, no quería hacerle daño al niño. Solo quería que se callara. No quería matar al niño”, ha declarado Quezada. En ese momento, la acusada se ha derrumbado.

Quezada ha relatado cómo llegaron a la finca, abrieron el portón y estacionó el vehículo junto a la casa y la alberca. “El niño se baja y se queda por allí dando vueltas por el jardín. Yo me bajo, quito la alarma con el dispositivo. Levanto las persianas, abro las puertas. A continuación, entró Gabriel por la habitación del medio, cuya puerta estaba abierta para ventilar, que da a la zona de la pérgola y una pequeña alberca”, ha contado. Entonces vio a Gabriel con el hacha.

“Las palabras que se me quedaron es que eres negra, que no me mandes, que siempre me estás mandando. Sujetaba el hacha con una mano. A continuación, pasó todo lo que pasó”, ha proseguido. A la pregunta de si recuerda haberle quitado el hacha, Quezada ha respondido: “No me acuerdo”. Luego ha añadido: “Le puse la mano derecha en la boca y la nariz. Y la otra mano, no sé si en el pecho, la nuca…, no lo sé. Solo tengo claro que le puse la mano en la boca y la nariz para que dejara de decirme esas cosas. No sé dónde puse la otra, en la nuca, la frente, la cara…, fueron momentos muy rápidos, estaba muy nerviosa”.

La acusada tampoco sabe si lo empujó contra la pared o el suelo. “Estaba muy nerviosa, solo quería que se callara. Le tapo con la mano, lo demás no me acuerdo. Solo que, después, el niño no respiraba. Cuando le solté, le puse la mano en el pecho y no respiraba. Y me quedé de pie, bloqueada”. Luego se quedó un rato en la finca. “Empecé a fumar como loca. Salía, entraba, salía, entraba. No sabía lo que hacía. En ese tiempo fumé cuatro, cinco, seis, siete, ocho cigarros”, ha proseguido. En ese momento, “veo una pala y decido hacer un agujero”. “Dejé al niño y salí a hacer una pequeña fosa con una pala que había en el jardín. Esa pala la íbamos a usar para arreglar el jardín, como el hacha y otras herramientas”.

Después, sacó al niño fuera y lo metió “en el agujero” y regresó a la habitación a por el hacha porque se le quedó “una manita fuera a Gabriel”. Le dio varios golpes, pero no pudo seguir. “Así que lo tapé con tierra”, ha relatado de acuerdo con el diario El País.

Sobre la camiseta del niño, que ella colocó en un sitio alejado del lugar del asesinato para despistar a la Guardia Civil, Quezada ha asegurado que la dejó allí porque quería ser detenida. “Quería que me cogieran, porque no era capaz de decirlo con mis propias palabras, yo quería que me atraparan”, ha asegurado. Estas declaraciones contradicen las que realizó ante el juez instructor, donde afirmó que lo hizo “porque quería darle esperanzas” al padre de Gabriel Cruz. Agencias

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