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Cuatro claves sobre los pasaportes sanitarios o de vacunación

¿Pasaportes sanitarios para impulsar los viajes internacionales pese a la pandemia de COVID-19? Hay varios países que apuestan por esta idea, especialmente la Unión Europea que presentó este miércoles su proyecto y China que ya lanzó su versión.

– ¿Que son? –

El pasaporte sanitario es un documento que prueba que el titular está, en principio, inmunizado contra el COVID-19, por lo que puede viajar de un país a otro sin riesgo de transmitir el virus entre fronteras.

A menudo se habla de pasaporte “de vacunación”, pues es el hecho de haber recibido una vacuna el que apunta más claramente hacia esa inmunidad.

Pero los diferentes proyectos que se están desarrollado, y que en general consisten en una aplicación móvil, aceptan otros criterios: por ejemplo, un test que garantice la presencia de anticuerpos en el viajero, si este ya padeció la enfermedad.

Además hay que distinguir entre esos pasaportes y otro concepto, que algunos llamaron “pase sanitario”, que no tiene la misma finalidad pues solo sería válido en el país de origen. Este “pase” se utilizaría para poder entrar en algunos establecimientos, como restaurantes, o asistir a conciertos.

– ¿Quién está trabajando en ello? –

Numerosos países contemplan un pasaporte sanitario y algunos ya han empezado a utilizarlos.

Este miércoles, la Unión Europea presentó su proyecto, que quiere comenzar a aplicar este verano para los viajes en su territorio. El documento, que estará dotado de un código QR, certificará que su titular fue vacunado contra el COVID-19 -por ahora con una de las cuatro vacunas autorizadas en el bloque (Pfizer/BioNTech, Moderna, AstraZeneca/Oxford, y Johnson & Johnson)-, dio negativo en un test PCR o está inmunizado tras haberse contagiado con el virus.

Por su parte, China anunció a principios de marzo el lanzamiento de un “certificado de salud” digital para los chinos que quieran viajar al extranjero.

De manera aislada en Europa, Grecia y Chipre han puesto en marcha pasaportes de ese tipo para viajar a Israel, un país particularmente avanzado en su vacunación, según sus autoridades. Los ciudadanos vacunados pueden viajar entre esos tres países sin restricciones.

Dinamarca o Suecia prevén instaurar pasaportes sanitarios próximamente mientras otros miembros de la UE como Francia y Alemania son reacios a la idea de que se impongan restricciones demasiado severas.

– ¿Es un verdadero pasaporte? –

No, ningún proyecto equivaldría a un verdadero pasaporte, es decir, un documento obligatorio para viajar de un país a otro.

Por ejemplo, el pasaporte sanitario chino solo es una de las varias opciones que tienen sus ciudadanos. Además, como de momento no se firmaron acuerdos con otros países al respecto, su interés sigue siendo vago.

De su lado, la UE trabaja en un certificado que “facilite” la libre circulación entre sus Estados miembros pero que no será una obligación para cruzar fronteras.

En definitiva, más que de un documento oficial, se trata de una aplicación destinada a facilitar los controles sanitarios en las fronteras.

Por ello, el sector privado también está estudiando este tipo de iniciativas, empezando por las aerolíneas, deseosas de retomar la actividad, muy golpeada por las restricciones.

La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), que reagrupa a las principales compañías del sector, también examina desde hace meses la posibilidad de instaurar un pasaporte digital para que los viajeros puedan probar su situación sanitaria antes de embarcar. Algunas compañías, como American Airlines, ya lo están haciendo.

– ¿Se puede ir más allá? –

Ahora bien, sistematizar el uso de los pasaportes sanitarios y hacerlos más obligatorios plantea problemas jurídicos.

En primer lugar, hacer que la vacunación sea obligatoria para realizar ciertos desplazamientos daría lugar a desigualdades entre ciudadanos, pues el acceso a las vacunas anticovid sigue siendo muy limitado en la mayoría de los países.

Por otro lado, el acceso de esas aplicaciones a los datos sanitarios de los usuarios también plantea dudas sobre hasta qué punto no se estaría vulnerando la vida privada.

AFP

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